Al terminar el siglo XX nos encontramos en un mundo en el cual la tecnología ha tenido un desarrollo tan prodigioso que ya nada parece imposible de conseguir.
Este enorme desarrollo podría hacernos creer que el pasado siglo XX ha sido el siglo de la Ciencia, pero no debemos engañarnos, pues la mayor parte de este progreso ha tenido su origen en el siglo XIX. Recordemos el origen de los automóviles, de la aviación, de los viajes espaciales, de la radio, de la televisión, de la cibernética, etc.
Y podremos comprobar que los principios físicos de estas realizaciones ya eran conocidos en aquel tiempo.
A lo largo de la historia se han producido grandes descubrimientos en el campo de la Física, pero al mismo tiempo se han planteado muchas preguntas que han quedado sin responder. Hagamos un breve repaso de la situación actual de los conocimientos que tenemos sobre los fenómenos de la Naturaleza:
Conocemos la ley que rige las fuerzas gravitatorias, pero no tenemos una explicación concreta de estas fuerzas que actúan a distancia.
Se han determinado las leyes que rigen los campos de fuerza eléctricos, pero tampoco se puede explicar cómo se extienden en el espacio.
Se conoce la relación que existe entre el movimiento de las cargas eléctricas y la fuerza magnética que se produce, pero se ignora por qué se produce esta fuerza.
Se sabe que una variación de flujo magnético genera un campo eléctrico, pero no hay explicación para este fenómeno.
Hablamos de ondas electromagnéticas, pero ignoramos su naturaleza concreta, y además ignoramos si todas las radiaciones son de la misma naturaleza.
Actualmente no existe una teoría suficientemente razonada que explique cómo se mantienen unidos los protones que constituyen un núcleo atómico, cuando teniendo una fuerte carga eléctrica positiva deberían ser fuertemente repelidos entre sí. Por ello ha sido necesario invocar una extraña fuerza llamada “fuerza nuclear intensa” cuyas leyes no se han podido determinar.
La física moderna se ve obligada a crear una variedad de conceptos poco inteligibles, para explicar los resultados de algunos experimentos que le proporciona una tecnología muy avanzada, porque carece todavía de unos principios básicos en los cuales pueda apoyar una explicación suficientemente razonada.
En el transcurso del siglo XX, algunos científicos, entre ellos el propio Einstein, han tratado de encontrar una teoría unificada que relacione entre sí el campo gravitatorio, el campo eléctrico y el campo magnético, pero a pesar del gran interés puesto en esta empresa, ninguna teoría ha sido establecida hasta ahora.
Esta situación de estancamiento en los principios fundamentales de la Física nos debería obligar a pensar que en las Teorías de Einstein o en las teorías clásicas puede haber algo que no sea correcto y ser la causa de este bloqueo.
En la actualidad es tan grande la cantidad de conocimientos adquiridos, que los científicos no tienen más recurso que especializarse en alguna de las materias para poder afrontar la situación, pero esta especialización no es buena para desentrañar los principios más profundos de la Física y menos si pretendemos establecer una teoría unificada, puesto que tendremos que trabajar en numerosos campos para encontrar la convergencia de todas las leyes físicas en algún punto desconocido.
Aquellos que conocen los principios en que se basa el funcionamiento de un moderno ordenador, capaz de realizar funciones de gran complejidad saben que todo el proceso se basa en una cosa tan simple como “sí o no”. Un sistema binario.
Pues bien, en los principios fundamentales de la Física habremos de encontrar algo parecido ¿pero cómo llegar a ello?
Un buen criterio científico no debe considerar como definitiva ninguna explicación de un fenómeno físico, ni tampoco descartar para siempre algunas ideas que se rechazaron en un momento determinado porque no encajaban bien con los conceptos que prevalecían en aquel tiempo.
En opinión del autor, la Física actual sigue un camino que empezó a desviarse de la dirección correcta a partir del experimento famoso de Michelson-Morley realizado en el año 1881, que se interpretó incorrectamente y que después se reafirmó con la Relatividad Especial de Einstein. En ambos casos se descartó la existencia del éter, lo cual originó una gran confusión entre los científicos de la época, quienes creían que ya casi conocían todas las leyes de la Física.
No deberíamos tener miedo a efectuar una revisión de los principios establecidos para corregir todos aquellos que sea necesario, siempre que la corrección sea razonable y coherente con todos aquellos principios que no ofrecen ninguna duda.
En la época en que se realizó el experimento de Michelson se tenía la creencia de que la luz era un fenómeno puramente ondulatorio, que se producía en el éter y que este se mantenía fijo en el espacio, de modo que la Tierra se desplazaba a través del mismo.
Michelson tuvo conocimiento de que Maxwell había concebido la posibilidad de detectar el desplazamiento del sistema solar respecto al éter fijo, lo que le indujo a inventar un ingenioso procedimiento basado en la interferencia de un rayo de luz propagándose en la dirección del movimiento de la tierra, con otro rayo de luz coherente dirigido perpendicularmente al anterior, con lo cual se conseguía una precisión extraordinaria.
El resultado de este experimento y de otros que le siguieron fue decepcionante, pues a pesar de su gran precisión no acusó ningún movimiento relativo entre la tierra y el éter fijo.
Por otro lado, si se consideraba que el éter era arrastrado por la tierra acompañándola en su movimiento, para justificar los resultados, entraba entonces en contradicción con el fenómeno de la aberración de la luz de las estrellas, descubierto por el astrónomo inglés Bradley en el año 1725 y que tenía su explicación de acuerdo con las leyes de la propagación ondulatoria basada sobre el principio de Huygens.
Este fracaso desorientó a los científicos de aquella época, lo que dio lugar a que se rechazase el éter como el medio de propagación de las ondas electromagnéticas y se concibió la idea de la propagación en el vacío.
Este experimento no hubiera fracasado si se hubiera considerado que el éter, como cualquier materia sigue las leyes de la gravitación y por lo tanto acompaña a la tierra y gira con ella, pero también era necesario renunciar a la trayectoria ondulatoria de la luz y admitir la teoría corpuscular que postula trayectorias balísticas, pero sin renunciar al comportamiento ondulatorio que demuestran los fenómenos de interferencia. En el fondo del problema estaba el extraño comportamiento de la luz, que unas veces aparenta ser un fenómeno ondulatorio mientras en otros casos se comporta como un movimiento de partículas.
Lo expuesto anteriormente nos lleva a preguntar :
¿Es realmente la luz una radiación electromagnética pura?
¿Tienen la misma naturaleza las ondas radioeléctricas y la luz?
Fue Einstein quien demostró la naturaleza cuántica de la luz, y que después confirmó Milikan, creando el concepto del fotón, pero ni ellos ni nadie hasta ahora ha podido hacer una descripción del mismo. Es un concepto tan ambiguo que hasta acepta que una onda de radio con longitud de onda de 1 Km. esté constituida por fotones, lo cual resulta bastante difícil de aceptar.
Para justificar el resultado del experimento de Michelson podemos anticipar un nuevo concepto de los fotones, que será desarrollado en el capítulo que trata de la luz: los fotones son un conjunto de partículas con masa y carga eléctrica equilibrada, dispuestas de tal modo que al avanzar a través del éter originan en éste una onda electromagnética transversal que los acompaña en su desplazamiento, siguiendo una trayectoria balística debido a la inercia de la masa que transportan. La onda asociada es la responsable de los fenómenos de interferencia que se producen al superponerse dos rayos de luz.
El autor de este trabajo ha desarrollado una teoría con un nuevo concepto del éter que consigue la unificación de todos los campos de fuerza, pero la mera concepción de un nuevo modelo de éter no habría sido suficiente por sí misma para conseguir una teoría unificada, pues el autor ha encontrado que tanto en la Electrodinámica Clásica como en la Relatividad Especial había algunos postulados que parecían falsos y era necesario corregirlos. Esto resultó una tarea ardua, pero finalmente fue posible conseguir que todo resultase coherente.
Es frecuente encontrar personas que piensan que el concepto de relatividad ha sido una creación de Einstein, cuando la verdad es que la relatividad del movimiento ya fue descubierta por Galileo y plenamente asumida por Newton.
Lo que Einstein realmente propuso fue la “Relatividad Especial” en la cual se imponen algunas restricciones al concepto que tenían Galileo y Newton sobre la relatividad. Posteriormente Einstein desarrolló su “Relatividad General” para poder explicar ciertos fenómenos observados en el firmamento, tales como la curvatura de los rayos de la luz en las proximidades de los astros debido al campo gravitatorio, el corrimiento del espectro de frecuencias de la luz de las estrellas, etc.
Los resultados de esta última teoría son satisfactorios en cuanto sirven para calcular la magnitud de los fenómenos mencionados, así como para corregir trayectorias de naves espaciales, pero la gran complicación matemática de esta teoría resulta difícil de entender y además sus principios no son convincentes.
En el año 1920 Einstein presentó un informe en la universidad de Leyden titulado “Ether and the theory of relativity” que contiene argumentos de mucho interés a favor del éter y que sin embargo son poco conocidos, además de estar en contradicción con la “Relatividad Especial” que él mismo había establecido.
Este informe termina con la siguiente conclusión que traducimos así: “Recapitulando, podemos decir que de acuerdo con la relatividad el espacio está dotado con propiedades físicas; en este sentido, por consiguiente, existe algún éter. De acuerdo con la teoría de la relatividad general el espacio sin éter es impensable; pues en tal espacio no solo no habría propagación de la luz, sino también imposibilidad de medidas de espacio y tiempo, ni por lo tanto cualquier intervalo espacio-tiempo en el sentido físico”.
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